viernes, 26 de octubre de 2007

LECTURAS QUE PROVOCAN ESCRITURA

Leímos el cuento “La madre de Ernesto” de Abelardo Castillo y pudimos seguir a esos personajes adolescentes que, entusiasmados con la posibilidad de experimentar sexo en el prostíbulo del pueblo, y con la atracción de una mujer especial (la madre de uno de los amigos), discuten sobre si esto es conveniente o no.
Por un instante, tomamos un lugar en la decisión (ir o no ir) y nos largamos a escribir:

Les dije a los chicos que no fuéramos porque era la madre de Ernesto, la misma que nos servía la merienda cuando visitábamos a nuestro amigo. ¿Acaso nos gustaría que hicieran lo mismo con nuestra madre? Además, ¿y si se enterara Ernesto? Aunque esto no pasara ¿cómo lo miraríamos de nuevo a los ojos? Aunque es excitante por ser la madre de uno, y porque esa mujer no tenía nada de maternal, no deberíamos ir; además ella nos podría hacer echar.
Les pregunté a los chicos si ellos seguían queriendo entrar. Ellos me respondieron que sí, y yo seguí intentando convencerlos de que no. Les dije que si entrábamos solos ¿cómo la miraríamos? Ella descubriría que somos nosotros, los amigos de Ernesto, los más cercanos, como sus propios hijos; ¿cómo podríamos hacer esto a nuestra madre?
Los chicos parecían indecisos; dudaban de qué hacer. Cuando vieron que la manija de la gran puerta de madera se movía, Julio corrió y bajó las escaleras rápidamente. Luego, lo seguimos nosotros y nos subimos al auto y nos fuimos de “El Alabama”, excitados y con mucha adrenalina, pero sintiendo que hicimos lo correcto.

Carolina Alanís
3º 4ª

“El Alabama” era un hotel de nuestro pequeño pueblo; allí todos se conocían.
Nosotros estábamos en duda de ir o no ir. A mí me parecía mejor la segunda opción, no visitarlo. Si bien se veía muy atractivo y varios habitantes del pueblo ya lo habían visitado, que se encontraran la madre de un amigo trabajando allí, era una argumento muy impactante para mí. Ernesto, quien era el hijo de esa mujer, había sido mi amigo de la infancia. Había visitado su casa y jugado con él y, por más que su madre fuera morena, amplia y atractiva, era seguro que cuando la mirara, alguna reacción inesperada ocurriría y nosotros no sabríamos cómo actuar. Podría especular un rechazo muy probable, y de cualquier manera, si no fuera así, ¿cómo podría encontrarme cara a cara otra vez con Ernesto luego de esto? ¿Con qué cara miraría a su madre? Prefiero no encontrarme ante esta situación que incomodaba; por lo tanto, sería mejor, y nos evitaríamos problemas, si esperamos un poco más y vamos a otro Hotel.

Jorgelina Princic, 3º 4ª
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Enlace: Cuento “La madre de Ernesto” de Abelardo Castillo