viernes, 7 de septiembre de 2007

Eva habla (escribe) sobre sus hijos.

Lunes:
Cuando se acabaron los días de dolor y lágrimas, bajé veinte kilos en menos de dos horas. Fue increíblemente precioso ver eso saliendo de mí. Al sostenerlo en mis brazos me di cuenta que el corazón me latía de una manera indescriptible y ahí fue cuando supe que amaba a esa criatura nueva y que debía nombrarla como había hecho antes con las demás cosas del jardín.
Decidí llamar “LA” o “LO” “Caín”, ya que me sonaba a dulzura y sabiduría.

Meses después:
He descubierto con desconcierto que el nuevo experimento tiene los ojos grandes y marrones como Adán y el pelo castaño como el mío. Desde el momento en que lo vi supe que tenía algo que ver con “nos” por que al mirarlo note parte de mí en él y no puedo dejar de imaginarlo creciendo y aprendiendo, poco a poco, la vida en el jardín.

Un año más tarde:
Hoy nació “Abel”. Sentí que parte de mi corazón estaba dentro de él o que su alma tenía algo de la mía. También noté desde un principio cuanto lo apreciaba y cuán distinto era de Caín; demasiado celoso y sus ojos irradiaban belleza por donde quiera que mirara.

Yo amaba a las nuevas criaturas y aún más cuando me di cuenta de que eran mías. Muchas veces quise demostrarles el afecto que les tenía, pero conocía muy pocas palabras y ninguna podía describir exactamente lo que sentía. Hasta que un día en el que vi a Caín ahogándose, lo salvé y al sacarlo del agua le prometí que jamás iba a dejarlo de nuevo. En ese momento, en esos pequeños segundos de horror y de temor a perderlo, me di cuenta de que sin ellos no soy nada y que ellos son yo. En síntesis, creo que en esta vida los “HOJIS” se tornan más importantes que uno mismo.

Rocío Alterleib
3º 4ª