viernes, 28 de noviembre de 2008



En el aula de 3º4º leímos poesía de vanguardia. Elegimos tres poetas para compartir con los lectores de “El Duende”

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Y ustedes… ¿ se atreverían?

Yo embadurné de golpe el mapa del día rutinario
dando vuelta un tarro de pintura.
Yo mostré los pómulos oblicuos de océano
en un plato de gelatina.
En las escamas de un pez de latón
leí el llamado de nuevo labios.
Y ustedes…
¿se atreverían a tocar un nocturno en la flauta de las alcantarillas?

VLADIMIR MAIAKOVSKI (1893-1930)

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Piedra negra sobre una piedra blanca

Me moriré en París con aguacero,
un día del cual tengo ya el recuerdo.
Me moriré en París –y no me corro-
tal vez un jueves, como es hoy, de otoño.

Jueves será, porque hoy, jueves, que proso
estos versos, los húmeros me he puesto
a la mala y, jamás como hoy, me he vuelto,
con todo mi camino, a verme solo.

César Vallejo ha muerto, le pegaban
todos sin que él les haga nada;
le daban duro con un palo y duro.

también con un soga; son testigos
los días jueves y los huesos húmeros,
la soledad, la lluvia, los caminos…

CÉSAR VALLEJO (1893-1938)
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Poema 18

Llorar a lágrima viva. Llorar a chorros. Llorar la digestión. Llorar el sueño. Llorar ante las puertas y los puertos.Llorar de amabilidad y de amarillo.Abrir las canillas, las compuertas del llanto. Empaparnos el alma, la camiseta. Inundar las veredas y los paseos, y salvarnos, a nado, de nuestro llanto.Asistir a los cursos de antropología, llorando. Festejar los cumpleaños familiares, llorando.atravezar el África, llorando.Llorar con un cacuy, como un cocodrilo… si es verdad que los cacuies y los cocodrilos no dejan nunca de llorar.Llorarlo todo, pero llorarlo bien.llorarlo con la nariz, con las rodillas. Llorarlo por el ombligo, por la boca.Llorar de amor, de hastío, de alegría.llorar de frac, de flato, de flacura. Llorar improvisado, de memoria.¡llorar todo el insomnio y todo el dia!

OLIVERIO GIRONDO (1891-1967)

viernes, 21 de noviembre de 2008

CAMINO AL CIELO


Ocho años y un gran corazón. Así era Quimey, el chico de pelo ondulado y castaño, con su sonrisa siempre flamante y sus ojos vivos; que abrazaba a cada mascota que se encontraba. Era su rasgo característico: un abrazo para cada animal. La mirada de sus padres no parecía complacida; no por maldad, sino por temor a que alguno lo atacase. Por eso, para su cumpleaños numero 9, decidieron regalarle un perrito. Bonito era casi un peluche, con orejas paradas y su cola meneando. Quimey saltó de alegría al ver su regalo ¡Nada más adecuado para él! Esa misma tarde, salió a comprarle un collar y una correa, y la comida, y los juguetes, y todo lo que se ocurrió que podría necesitar.
El cachorrito corría por la casa, saltaba en las camas, rompía zapatos y se entusiasmaba cuando llegaba la hora de cena, que era cuando le tocaba ir a pedir comida a su dueño. Ambos eran felices el uno para el otro. Cuando Quimey debía ir a la escuela, Bonito lloraba. Pero volvía a recobrar su entusiasmo cuando, al mediodía, volvían a encontrarse.
Él y su perrito crecían a la par, como si fuesen hermanos. Festejaron el 11º cumpleaños del niño con un picnic en el bosque, así Bonito podría correr ardillas y jugar con las palomas. Volvieron a su casa a las nueve, y como era verano, había claridad. Se acostaron con una enorme sonrisa.
Sin embargo, a la mañana siguiente, Quimey despertó afiebrado. Los ojos le brillaban y su aspecto alegre de siempre, no era el mismo. Sus padres lo llevaron de inmediato al hospital, en donde lo dejaron internado. Le practicaron varios estudios, sin resultados aparentes. Estaba en una cama, con una palidez no muy común en él, enormemente caído y triste. Luego de horas de incertidumbre le diagnosticaron una infección en los pulmones, agigantada, posiblemente, por una alergia no detectada. Fue un golpe duro admitir que podía ser alérgico a Bonito. Según los doctores, para su total recuperación al salir del hospital, debería alejarse del perro, tal vez, para siempre. Quimey no quería aceptar eso. No quería separarse de su mejor amigo, por más que eso significase no recuperarse nunca. Con un nudo en la garganta, sus padres y los médicos trataron de convencerlo, inútilmente. Él estaba empeñado en seguir conservando a Bonito, a cualquier costo.
Tras largas semanas inacabables, Quimey regresó a casa, en donde su perrito lo esperaba con un entusiasmo increíble. A pesar de todo, el niño no era cauteloso cuando se trataba de jugar con su mascota; por más que los padres trataran de alejarlos un poco, solo por prevención.
Él volvió a ser feliz junto con su mejor amigo.
Pero eso duró tres meses. Quimey enfermó otra vez. Vivieron la misma situación otra vez, y tras otros tres meses, otra y otra vez. El pobre niño enfermaba frecuentemente. Era esencial que se separase de su perrito para poder salir de esa, pero “no podía dejar de lado a un amigo verdadero”.
Aguantó hasta cumplir los trece. Su vida estaba llegando al final y nada podía salvarlo. Sus padres, sabiéndolo, le llevaron a Bonito, para que lo viera por última vez. El animalito ya no meneaba la cola ni movía el hocico, estaba sumamente triste. Parecía comprender la gravedad de la situación, así que, con su mejor remedio, le dio un lengüetazo en la cara a su dueño. Quimey intentó sonreír, pero ni fuerzas tenía. Solo pudo acariciarle el lomo y susurrar: “Viví todos estos años gracias a vos. No hubiera sobrevivido si te hubiera perdido. Gracias por darme tu amistad…”
Su mano se cerró sobre el pelo de Bonito, que seguía lamiendo su brazo. Desde ese día, el perrito no fue el mismo. Estuvo triste y deprimido; hasta que decidió, por fin, que tenía que reencontrarse con su amigo…

Ailén Acebey

lunes, 10 de noviembre de 2008

ELLA Y YO

Leyendo"La Metamorfosis"de Frank Kafta, nos quedamos también encerradas (en un sótano, en un cuarto, en una cárcel, con nosotras mismas). Y escribimos:
No creo que sea necesario conocer el exterior. No tengo esa necesidad: acá tengo todo lo que necesito; no me hace falta nada. La tengo a ella y con eso me alcanza. A veces creo que está un poco loca, pero la quiero como es. Ella me escucha, me entiende y, aunque muchas veces no coincide con lo que pienso respeta mi opinión.
Pero lo que me molesta de ella es que cada vez que tiene la oportunidad me pregunta porqué no quiero salir, le respondo que porque no. Me dice si no me da curiosidad cómo se debe ver todo lejos de este lugar.
Le digo que no me interesa eso que ella llama “el exterior”. Me pregunta si no me gustaría conocer gente, le respondo que con ella me alcanza. Me dice que soy una caprichosa, y le digo que no me importa; y, después de todo, si quiere salir “al exterior” que vaya sola. Pero me dice que no puede ir sin mí, que por más que quiera, es imposible abandonarme. Y, cuando me dice eso, solo me río y le digo que se joda, que ella me pertenece, que es lo que le tocó. Porque, después de todo, yo acá estoy bien: sola, con mi conciencia y yo.

Novoa Jenifer
3ro 4ta

UN LUGAR

Perdí la cuenta de los días que llevo acá.
Lo único bueno que tiene este lugar, son mis compañeras de celda, que, aunque ustedes no me crean, me ayudaron bastante.
Extraño muchísimo a mi marido y a mi hijo quien, por cierto, mañana cumple 4 años.
De lo único que tengo miedo es que no me perdonen ya que no les puede explicar porqué me encerraron.
Cuando llegué sólo pude hacer una llamada muy corta en la que les dije: “perdón”.
En ese momento ninguno de los dos trabajaba, y la desesperación me hizo hacer lo que nunca pensé que iba a llegar a hacer: robar.
Escucho que me llaman. Tengo que irme.
Ojalá que me digan que hoy, es el último día en este lugar horrible, oscuro y frió.

Florencia Vietta
3ro 4ta